En medio de un escenario económico desafiante, el mercado de combustibles en Argentina se enfrenta a un atraso de precios que roza el 100%. Las últimas actualizaciones anunciadas por el Gobierno no han logrado contener la escalada de costos.
El congelamiento de precios, inicialmente anunciado hasta el 31 de octubre, fue superado por la realidad del mercado. Las compañías privadas tomaron la delantera y ajustaron sus precios en dos ocasiones, seguidas por la petrolera estatal YPF, que implementó su propia subida después de la primera vuelta electoral.
A medida que nos acercamos al 19 de noviembre, la posibilidad de una nueva subida se torna inevitable. El atraso en los combustibles se desglosa en cuatro componentes esenciales:
Inflación: Contribuye con un 40% al desfase actual.
Impuestos: Representan un 30% del atraso, agravando la situación.
Brecha con barril internacional: Previamente en 10 dólares, ahora asciende a 30 dólares debido al congelamiento.
Tipo de Cambio: La cotización del dólar impide la convergencia de precios relativos.
Históricamente, el precio del combustible se encuentra a considerable distancia del valor actual. Si se considera el tipo de cambio paralelo, el litro de combustible está a US$ 0,30 centavos, cuando en el pasado alcanzó los US$ 1,20.
Esta situación plantea un desequilibrio tanto en la oferta como en la demanda. Por un lado, las productoras de petróleo se ven desincentivadas a enviar su producción a las refinerías, ya que el precio que reciben por barril es notablemente inferior al valor internacional. YPF, la única refinería activa, se enfrenta a la necesidad de importar a pérdida, agravando su deuda comercial con el sector privado.
Por otro lado, los consumidores optan por YPF, que controla casi el 60% del mercado y ofrece precios al menos un 10% más bajos que las petroleras privadas. Esta creciente demanda está generando un déficit cada vez mayor.